Chile es un ejemplo paradigmático de esta brecha entre discurso y territorio. Gran parte de su superficie urbana se encuentra en regiones donde la disponibilidad de agua es extremadamente limitada, donde la infraestructura pública no prioriza techos verdes ni muros vegetales, y donde la mayor parte de las comunas carece de edificios o superficies construidas que puedan soportar este tipo de soluciones. En este contexto, el árbol urbano emerge como la verdadera infraestructura verde: una pieza tangible, resiliente y funcional, que ofrece sombra, regulación térmica, secuestro de carbono, mitigación de la contaminación, soporte para la biodiversidad urbana, salud y bienestar psicológico para la población. A diferencia de las soluciones importadas de climas húmedos o templados, los árboles urbanos se insertan de manera directa en el tejido social y espacial de la ciudad, adaptándose, si se seleccionan y gestionan correctamente, a las condiciones locales de suelo, escasez hídrica y exposición climática.
Lo señalado tiene relación con las contradicciones de la política pública, donde, por ejemplo, el Ministerio de la Vivienda y Urbanismo(1) señala que las especies consideradas en sus proyectos “deberán ser de bajo consumo hídrico”. Lo mismo señala el Ministerio de medio ambiente para la formulación de las estrategias comunales de cambio climático(2), donde se destacan las siguientes amenazas: desertificación, aumento o disminución de precipitaciones, estrés hídrico, olas de calor, etc. Es en este contexto donde, por ejemplo, al mismo tiempo se propone la creación de huertos comunitarios, que requieren un alto consumo de agua. Otra contradicción radica en el abandono de políticas reales de arborización urbana, donde, luego de 20 años, la región metropolitana sigue con las mismas brechas en materia de árboles viarios faltantes, centrándose la autoridad en promover la creación de plazas de bolsillo y luego bosques de bolsillo.
El discurso globalizado sobre infraestructura verde tiende a diluir e invisibilizar el rol del árbol urbano. Las administraciones públicas y la academia, al priorizar terminologías de moda, frecuentemente enmarcan los árboles como un componente más de un sistema abstracto, sin reconocer su centralidad real. Esta tendencia refleja un sesgo epistemológico y cultural: se privilegia el lenguaje, las soluciones y los paradigmas de países desarrollados, en los cuales la abundancia de recursos permite un enfoque holístico y multisistémico de la vegetación urbana. En cambio, en territorios áridos y semiáridos, las políticas y la investigación deberían centrarse en la supervivencia, la selección y la gestión adecuada de los árboles, reconociendo que ellos constituyen el núcleo efectivo de cualquier estrategia de infraestructura verde viable.
Además del problema conceptual, esta forma de invisibilizar a los árboles urbanos mediante terminología globalizada tiene efectos prácticos directos en su manejo y conservación. Cuando los árboles son percibidos únicamente como un componente abstracto de la “infraestructura verde”, en lugar de reconocerlos como organismos vivos esenciales y estratégicos dentro del ecosistema urbano, las decisiones de manejo suelen ser inadecuadas, mal planificadas o contraproducentes. En muchas comunas chilenas, esta desconexión entre discurso y realidad se traduce en podas excesivas, mal concebidas y/o mal ejecutadas, que reducen el valor ecológico, estético y social de los árboles, afectando su salud estructural y disminuyen su capacidad de adaptación al entorno urbano. Los árboles urbanos que crecen e intentan desarrollarse en las aceras de nuestras ciudades corresponden al 80% del total de los árboles urbanos de una comuna promedio en nuestro país. El restante 20% se encuentra en plazas y, si existieran, en los tan nombrados y escasos parques urbanos.
Esta situación contribuye a que los árboles urbanos sean “jibarizados”: ejemplares jóvenes o adultos se ven forzados a crecer de manera limitada, con copas reducidas y raíces dañadas, lo que compromete su longevidad y disminuye significativamente en calidad y cantidad los beneficios que podrían aportar a la ciudad. La falta de comprensión de la dendrología urbana, su historia natural y sus necesidades específicas provoca que la intervención humana se vuelva más nociva que beneficiosa, transformando lo que podría ser un recurso ecológico valioso, el Bosque Urbano, en un elemento degradado y vulnerable.
Por lo tanto, la invisibilización conceptual de los árboles urbanos no es solo un problema semántico: tiene consecuencias ecológicas, sociales, culturales, psicológicas y ambientales concretas. Reconocer su centralidad, estudiarlos de manera sistemática y aplicar principios de gestión sostenible de árboles urbanos adaptados a las condiciones locales, particularmente en contextos áridos y semiáridos, es indispensable para garantizar que los árboles urbanos no solo sobrevivan, sino que cumplan plenamente su función dentro de las ciudades chilenas, ofreciendo sombra, regulación climática, hábitat para la biodiversidad, bienestar para la comunidad y un sin fin de beneficios para el ser humano.
En conclusión, mientras los términos globales de infraestructura verde urbana podrían llegar a ser útiles como marco conceptual, su aplicación literal en ciudades áridas o semiáridas corre el riesgo de ser irrelevante o decorativa. En cambio, los árboles urbanos constituyen la verdadera infraestructura verde: tangible, funcional y adaptable a las condiciones locales. Darles visibilidad y priorizar su estudio y manejo mediante, por ejemplo la dendrología urbana y la dasonomía urbana, no solo es coherente con la realidad territorial, sino que constituye una estrategia pragmática y sostenible para enfrentar los retos ambientales, sociales y culturales de nuestras ciudades.
Santiago JM Del Pozo Donoso
Experto en Gestión de Arbolado urbano
Ingeniero Forestal
santiagojm.delpozod@gmail.com
(1) Manual técnico de construcción y requisitos mínimos para parques, plazas, áreas verdes y áreas deportivas (MINVU. 2017) (ver pagina 126).
(2) ¿Cómo elaborar un Plan de Acción Comunal de Cambio Climático? Guía metodológica para su formulación paso a paso.
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